viernes, 2 de noviembre de 2012

Basta solo una sonrisa...


Al final de la calle vivía a un señor, solo, anciano y enojon.
Para el no había sonrisas: ni las daba ni las recibía.
Pues bien, una niña tenia para el una sencilla muestra de amabilidad.
Dos veces al día, al ir y volver de la escuela, le regalaba su sonrisa dulcemente.
Sus amigas comenzaron a reprocharle: -¿Por que le sonríes a ese señor?
Pero poco a poco se efectuo un milagro: el anciano esperaba con ansia
a que la pequeña y su sonrisa pasaran por enfrente de su casa.

 Pasaron los años. Y un dia ya no se vio al anciano en su ventana.
A los pocos días un abogado llamo a la niña y le dijo: - El señor, que saludabas todos los días murió hace cuatro días...
He aquí su testamento: '' Dejo todo lo que tengo a la niña que traía un rayo de sol a mi vida con su dulce sonrisa''. Ella había dado su sonrisa que era todo lo que tenia, y había sido suficiente para aquel señor solo.