domingo, 10 de agosto de 2025

La integridad

La integridad es un susurro en la oscuridad, no un grito en la plaza pública. Es el acto silencioso que nadie aplaude, la elección invisible que construye el alma. 
Cuando el mundo nos mira, somos actores en una obra. Vestimos disfraces de moralidad, de compromiso, de amor. Pero ¿qué sucede cuando las cámaras se apagan y los aplausos se desvanecen? En ese silencio, nuestra verdadera esencia se revela.
Recuerdan a los amantes en el voncierto de Coldplay no solo rompieron un pacto conyugal; rompieron un pacto consigo mismos. Ella, la jefa de recursos humanos, tenía la responsabilidad de custodiar los valores de una organización. Él, el CEO, tenía el timón de una empresa. La confianza, como el cristal, una vez rota, deja cicatrices. Si la lealtad a la familia, ese núcleo sagrado, puede ser sacrificada por un instante de pasión, ¿qué peso tiene la lealtad a una empresa, un ente abstracto?
Aquí, la integridad se manifiesta como un espejo: lo que hacemos en lo íntimo, en la sombra, es un reflejo de lo que somos en lo público. No se trata de un simple desliz; es una ventana al carácter. La infidelidad, en este contexto, no es solo un acto personal, es una declaración de principios. Es decir que las promesas y los compromisos son negociables, que la conveniencia pesa más que el honor.
El texto nos invita a reflexionar: ¿dónde reside nuestra verdadera moralidad? ¿En las palabras que decimos o en los actos que realizamos cuando nadie nos observa? 
La integridad no es una pose para las fotografías. Es la base de nuestro ser, la brújula que nos guía cuando la tormenta de la tentación se desata y solo nosotros somos testigos de nuestra propia elección.


Lorena Mejía.
Texto mejorado con IA.

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